17/06 - Isauro el Santo Mártir y sus Compañeros de Atenas


San Isauro, Diácono, y sus compañeros Basilio e Inocencio eran de Atenas y lucharon durante el reinado del emperador Numeriano (años 283-284). Dejando su tierra natal, fueron a Apolonia (que está en Albania, comúnmente conocida como Polina), y allí, por una revelación de un ángel divino, entraron en una cueva y encontraron a Félix, Peregrino y Hermias, que eran cristianos. 


San Isauro les enseñó a todos a no amar las cosas temporales. Así fueron perfeccionados espiritualmente por el Santo, mientras lo alimentaban físicamente llevándole comida, confirmando así sus palabras con sus obras. 


Después de dejar de hablar y vivir con sus familiares, porque eran paganos griegos, estos presentaron acusaciones contra ellos ante el prefecto de Apolonia, cuyo nombre era Triponcio. El prefecto los hizo arrestar, y al no poder separarlos de su fe en Cristo, dio la orden y fueron decapitados, y de esta manera los santos recibieron la corona del concurso.


Los santos Isauro e Inocencio fueron entregados a manos del hijo del prefecto, cuyo nombre era Apolonio, y por él fueron castigados con fuego y agua, y debido a que no sufrieron daños, muchos paganos griegos se convirtieron a la fe en Cristo. Entre los primeros estaban Rufo y Rufiniano, hermanos, que también eran senadores en la ciudad de Apolonia. Finalmente fueron decapitados, y entraron victoriosamente en los cielos.


LECTURAS


Ef 6,10-17: Hermanos, buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire. Por eso, tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / goarch.org / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Traducción del inglés y adaptación propias