27/06 - Sansón el Hospitalario


Sansón nació en Roma, a finales del siglo V, en una familia pobre. Fue educado por un presbítero que promovió su afán de aprender y le encaminó a la medicina. Fue el santo un buen médico, siempre hallaba el remedio adecuado, y todos le buscaban, por lo que pronto tuvo una gran fortuna.


Pero a la par que los cuerpos, a Sansón le interesaba curar a las almas, por lo que comenzó a predicar a Cristo al mismo tiempo que curaba con sus medicinas. Oraba y los enfermos sanaban antes de tomar sus remedios.


Cuando el prestigio y la fama se le hicieron insoportables, lo dejó todo y se fue a Constantinopla, donde en una pequeña casita comenzó a atender a los enfermos, sobre todo a los pobres, sin cobrarles nada. El patriarca Epifanio supo de él y cuando le conoció personalmente, le ordenó presbítero para que además de dar medicinas, pudiera ungir a los enfermos como sacerdote.


Estando en la capital del Imperio le conoció el emperador Justiniano, que se hallaba enfermo y desahuciado. Le mandó llamar el monarca, y apenas el santo tocó la llaga que le afectaba, esta quedó sana. Quiso el emperador premiarle con riquezas, pero Sansón respondió: "Estimado señor, una vez tuve oro y plata en abundancia, pero todo lo dejé por Cristo, con la esperanza de obtener la vida eterna". Y como Justiniano insistió, Sansón le dijo que construyera un hospital para los enfermos pobres, conocido después como «El Hospicio de Sansón».  En este hospital y entre sus necesitados vivió muchos años, sanando y llevando a Cristo, sin aceptar jamás un céntimo por ello. San Sansón es, pues, uno de los Santos Anárgiros.


Murió en 530, venerado por los constantinopolitanos, que le lloraron y le tuvieron por santo desde siempre. Fue sepultado en la iglesia de San Mocio y pronto ocurrieron grandes portentos junto a sus reliquias.


LECTURAS


2 Cor 9,6-11: Hermanos, el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama al que da con alegría. Y Dios tiene poder para colmaros de toda clase de dones, de modo que, teniendo lo suficiente siempre y en todo, os sobre para toda clase de obras buenas. Como está escrito: Repartió abundantemente a los pobres, su justicia permanece eternamente. El que proporciona semilla al que siembra y pan para comer proporcionará y multiplicará vuestra semilla y aumentará los frutos de vuestra justicia. Siempre seréis ricos para toda largueza, la cual, por medio de nosotros, suscitará acción de gracias a Dios.


Lc 12,32-40: Dijo el Señor: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».



Fuente: Religión en Libertad