Martes de la II Semana de Mateo. Lecturas


Rom 4,4-12: Hermanos, a alguien que trabaja, el jornal no se le cuenta como gracia, sino como algo debido; en cambio, a alguien que no trabaja, sino que cree en el que justifica al impío, la fe se le cuenta como justicia. Del mismo modo, también David proclama la bienaventuranza de aquel a quien Dios le cuenta la justicia independientemente de las obras. Bienaventurados aquellos a quienes se les perdonaron sus maldades y les sepultaron sus delitos; bienaventurado aquel a quien el Señor no le ha contado el pecado. Pues bien, ¿esta bienaventuranza afecta a la circuncisión o también a la incircuncisión? Pues decimos: A Abrahán se le contó la fe como justicia. ¿Y cómo se le contó?, ¿estando circuncidado o siendo incircunciso? No estando circuncidado, sino siendo incircunciso. Y recibió la señal de la circuncisión, sello de la justicia que se recibe en virtud de la fe y que le fue contada cuando era todavía incircunciso; para que fuera padre de todos los que creen siendo incircuncisos, para que también a ellos se les contara como justicia; y padre de los circuncisos, es decir, de aquellos que no solo están circuncidados, sino que además siguen las huellas de la fe que tenía Abrahán, nuestro padre, siendo todavía incircunciso.


Mt 7,15-21: Dijo el Señor: «Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española