Sábado de la III Semana de Mateo. Lecturas


Rom 3,28-31;4,1-3: Hermanos, sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin obras de la Ley. ¿Acaso Dios lo es solo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? También lo es de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios, el cual justifica a los circuncisos en virtud de la fe y a los no circuncisos también por la fe. Entonces, ¿qué?, ¿privamos a la ley de su valor mediante la fe? De ningún modo. Más bien confirmamos la ley. ¿Qué diremos, pues, que obtuvo Abrahán, nuestro padre según la carne? Si Abrahán fue justificado en virtud de las obras, tiene un timbre de gloria, pero no delante de Dios; pues, ¿qué dice la Escritura? Abrahán creyó a Dios y le fue contado como justicia.


Mt 7,24-29;8,1-4: Dijo el Señor: «El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande». Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas. Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio». Y enseguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española