Viernes de la III Semana de Mateo. Lecturas


Rom 9,6-19: Hermanos, no es que haya fallado la palabra de Dios. Pues no todos los que proceden de Israel son Israel; ni porque sean descendencia de Abrahán son todos hijos, sino que tus descendientes se llamarán tales a través de Isaac. Es decir, hijos de Dios no son los hijos de la carne, sino que los hijos de la promesa son los que se cuentan como descendencia. Porque las palabras de la promesa son estas: por este tiempo volveré y Sara tendrá un hijo. Y no solo esto, sino que también Rebeca concibió de uno solo, es decir, de nuestro padre Isaac; pues bien, para que el designio de Dios se mantuviese conforme a la elección, es decir, para que su cumplimiento no dependiese de las obras sino del que llama, antes de que hubieran nacido y de que hubieran hecho nada bueno o malo, se le dijo a Rebeca que el mayor servirá al menor; según está escrito: He amado a Jacob y he odiado a Esaú. ¿Qué diremos, pues? ¿Acaso hay injusticia en Dios? De ningún modo. Pues a Moisés le dice: Me compadeceré de quien me compadezca y me apiadaré de quien me apiade. En consecuencia, no está en el que quiere ni en el que corre, sino en Dios que se compadece. La Escritura dice, en efecto, al faraón: Te he suscitado precisamente para esto: para mostrar en ti mi fuerza y para que mi nombre se difunda en toda la tierra. Es decir, se compadece de quien quiere y endurece a quien quiere. Pero tú me dirás: entonces ¿por qué aún se queja? En realidad, ¿Quién podrá oponerse a su voluntad?


Mt 10,32-36;11,1: Dijo el Señor a sus discípulos: «A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos. No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa». Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española