08/07 - Procopio el Megalomártir


El Santo Mártir Procopio nació de un padre piadoso llamado Cristóbal, pero su madre Teodosia era idólatra. Tras la muerte de Cristóbal, Teodosia presentó a su hijo Neanías (nombre original del Santo) ante Diocleciano, que se encontraba en Antioquía de Siria, que lo nombró Duque de Alejandría y lo envió a castigar a los cristianos. Cuando Neanías se dirigía a cumplir su misión, el Señor le habló como antaño al Santo Apóstol Pablo y se convirtió a la fe, volviéndose a Escitópolis y predicando a Cristo.


Han salido varios decretos del emperador Diocleciano y cada versión es peor para los cristianos que el anterior. En todo lo ancho y largo del Imperio se han enturbiado las cosas hasta el punto de crearse un ambiente de persecución abierta y ya se habla de cárceles, cruces, hogueras y espadas contra los discípulos de Jesús; al emperador le dan respeto porque desprecian a los dioses nacionales y piensan que acabarán poniendo en peligro el fundamento de su unidad.


Por desgracia, bastantes han sido flojos; no han perseverado al llegar los tiempos malos y por miedo han sacrificado a los ídolos; han sido blandos. Neanías no ha claudicado. Ya vive en Jerusalén. El amor sincero al Señor Jesús, su deseo de imitarlo, le han llevado a vivir bastante lejos de la marcha que lleva el común de los mortales que con harta frecuencia piensa en vivir del modo más cómodo posible, huyendo de lo que cuesta, y siendo amigos de cuidar que el estómago no sufra con privaciones, procurando al cuerpo algo más del sueño y descanso que pide, con el añadido de conseguir todos los placeres que a la vuelta de la esquina pueden encontrarse como oferta permanente. Así es su presencia, flaco y seco como un asceta. Supo preparar la pelea última con la lucha y el esfuerzo diario.


Tiene responsabilidades añadidas a la profesión de la fe cristiana. Lo han hecho Lector en la iglesia y lee con voz alta y pausada al pueblo lo que está escrito en el Libro Sagrado; como Exorcista, trata al poseso con la energía de quien tiene por el Señor el mando; le encomendó también el obispo la traducción oficial a la lengua vulgar -al arameo- los textos griegos de la Liturgia.


Por la persecución que se ha iniciado, y denunciado por su propia madre, a Neanías lo trasladan a Cesarea y allí comienza la encrespada lid contra los que aman al único Dios y rechazan a los ídolos de los paganos. Estando en la prisión, se le apareció de nuevo el Señor y le cambió el nombre a Procopio, que en griego significa «progreso» o «avance».


Lo sacan de prisión para que adorara a los ídolos, pero ante el gobernador Flaviano no tiene más palabra que negar la existencia de dioses, ni mejor actitud que negarse a ofrecer incienso a ídolos falsos y a los emperadores romanos. Ante sus oraciones, los ídolos caían y muchos se convertían a Cristo, sufriendo el martirio, entre ellos ciertos soldados, doce mujeres de rango senatorial y la propia madre del Santo, Teodosia. Así las cosas, Flaviano decide que es crimen de estado negar a las imágenes incienso y censurar la tetrarquía. Termina el episodio, tras muchos tormentos, decapitando a Procopio hacia el año 290.


La mayor parte de los cristianos en Cesarea se ha motivado con el ejemplo. Acuden a decir a Flaviano que ellos también son cristianos y que no aceptan la imposición de llamar dioses a los falsos ídolos ni a la tetrarquía imperante en el Imperio Romano. No tenían otro modo de hacer causa común para proclamar y defender sus derechos humanos. Tantos son que el gobernador disimula, parece no oír las palabras y decide aparentar en público la claudicación de los cristianos con la simulación de que ofrecen el incienso que ni siquiera llegan a tocar las manos. Desea mantener a toda costa la apariencia del triunfo, pero quiere evitar también la masacre de los mejores y más honrados ciudadanos pacíficos.


LECTURAS


1 Tim 4,9-15: Hijo Timoteo, es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación. Pues para esto nos fatigamos y luchamos, porque hemos puesto la esperanza en el Dios vivo, que es salvador de todos, sobre todo de los que creen. Ordena estas cosas y enséñalas. Que nadie te menosprecie por tu juventud; sé, en cambio, un modelo para los fieles en la palabra, la conducta, el amor, la fe, la pureza. Hasta que yo llegue, centra tu atención en la lectura, la exhortación, la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por intervención profética con la imposición de manos del presbiterio. Medita estas cosas y permanece en ellas, para que todos vean cómo progresas.


Lc 6,17-19;9,1-2;10,16-22: En aquel tiempo, un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, venían a oír a Jesús y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos. Habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado». Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo». En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española



Fuente: catholic.net / goarch.org

Adaptación propia