Mientras que algunos santos han sido llamados para salir al mundo y propagar el Evangelio entre las naciones, otros obedecen la Voluntad de Dios, permaneciendo en una silenciosa oscuridad a lo largo de sus vidas dedicadas a la oración, el ayuno y a la propia mortificación.
El Venerable Esteban de la Gran Laura de San Sabas, también conocido por San Esteban el Sabaíta (725~795), fue uno de aquellos cuyo destino requirió el aislamiento de los grandes acontecimientos humanos que sucedían en el mundo.
Sirio de nacimiento, llegaría a Palestina a la edad de 10 años -luego de haber sido traído al famoso Monasterio Palestino de San Sabas ( conocido como "Mar Saba") por su reverenciado tío, San Juan Damasceno, gran líder espiritual y Padre de la Iglesia.
Durante los siguientes 14 años de intenso estudio y disciplina espiritual, el Venerable Esteban llegaría a ser un monje devoto al tiempo que sería ordenado como sacerdote de la Santa Iglesia. Durante los 30 años que siguieron a su ordenación sacerdotal, este notable atleta espiritual experimentó muchos acontecimientos milagrosos a través de los cuales presenció el poder y la Gloria de Dios.
En una memorable ocasión, mientras elevaba la Eucaristía durante la liturgia y recitaba la muy conocida oración "Lo Santo para los Santos" - la celda del monje en la cual se estaba oficiando el oficio empezó a brillar con una luz que ciertamente no era de este mundo. Sus compañeros monjes, maravillados por el acontecimiento, pronto se dieron cuenta de un hecho sorprendente: la misteriosa luminosidad aparentemente provenía del propio monje.
Sumado a eso, muy pronto se hizo evidente que cualquier petición que durante la liturgia que realizase el humilde Esteban le era concedida. Como respuesta a la gran bendición de ese don recibido, decidió que sólamente oraría por el bienestar de los demás y al mismo tiempo se retiraría al desierto con la finalidad de llevar la ardua y austera vida de un ermitaño.
Amante de los animales salvajes, el compasivo Esteban solía maravillar a los otros monjes cuando era visto alimentando aves salvajes e incluso venados con sus propias manos. En un momento de su vida su amor por las criaturas de Dios se hizo tan intenso que insistió en juntar los gusanos que vivían en el área del Monasterio para trasladarlos a un lugar en el cual estuviesen protegidos de que algún monje los pudiese pisar sin querer.
El Venerable Esteban también fue un reconocido compositor de Cánones de la Iglesia. Nacido en Damasco alrededor del año 725, pasaría la mayor parte de su vida siguiendo una estricta disciplina ascética, impuesta por sí mismo, en el antiguo Monasterio de San Saba. Allí pasó la mayor parte del tiempo en constante oración y abnegación. Sin embargo, movido muchas veces por su gran compasión, se aventuraba a salir algunas veces para ayudar a los que visitaban el monasterio, sanando a los enfermos o, más aún, expulsando demonios. Sin embargo este humilde monje nunca se atribuyó el poder de sanación, insistiendo más bien a lo largo de su vida en que la habilidad de restaurar la salud de aquellos que estaban enfermos provenía directamente de Dios, y por lo tanto a él no le correspondía ningún mérito. De esta manera enseñó a a los muchos que sanó a cómo elevar sus voces en acción de gracias al Dios Todopoderoso.
Aunque al final fue consagrado Obispo, su papel en el gran Monasterio fue una austeridad silenciosa. A pesar de sus largos periodos de ayunos y largas caminatas por el desierto, tuvo tiempo para escribir un conmovedor recuento histórico del martirio de los 20 monjes de la Laura que fueron asesinados por su fe en el año 797.
El sobrino profundamente piadoso del gran San Juan Damasceno, San Esteban, se unió a Andrés el Ciego en llegar a ser el primer Padre de la Iglesia que compuso los himnos (conocido como idiomela) que comprenden el periodo del Triodio anterior a la Gran Cuaresma, entre la lectura de la Parábola del publicano y del fariseo y el Domingo de Ramos.
El Venerable Esteban murió alrededor del año 800 de Nuestro Señor -habiendo predicho con absoluta exactitud el día de su propia muerte- en el Monasterio de San Sabas que había amado tanto, después de haber compuesto un gran número de troparios. La historia de su vida fue registrada de manera conmovedora por su leal alumno Leoncio, quien llegó a ser reconocido como un estimado historiador de la Iglesia de los Primeros Tiempos.
Uno de los más grandes dones que nos dejó este humilde monje fue la sabiduría de entender que Dios sabe qué es lo que necesita cada uno. El Venerable Esteban fue bendecido con un espíritu verdaderamente obediente. A través de su vida parece haber entendido que, aunque algunos son llamados a realizar actos heroicos a la vista de todos, hay otros que están destinados a meditar silenciosamente en la Gloria de Dios en una simple celda ubicada en la mitad del desierto. Lo que importa no es la forma que asuma cada vocación, sino la obediencia con que uno lo acepta.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Adaptación propia