Este valiente soldado de Cristo venía de la isla de Tenedo y fue una de los primeras víctimas por la fe en la persecución que se desató contra la Iglesia durante Diocleciano.
Como no quería sacrificar a los ídolos, lo ataron y lo golpearon severamente. Aboudemio, sin embargo, siempre tenía la misma respuesta en la boca: "Soy cristiano".
Luego le cortaron las costillas con clavos de hierro y finalmente, como continuaba confesando a Cristo, lo decapitaron.