24/07 - Cristina la Megalomártir de Tiro


Santa Cristina era de Tiro en Siria, hija de un pagano llamado Urbano.


Iluminada en su corazón para creer en Cristo, rompió los ídolos de su padre, hechos de oro y plata, y distribuyó los trozos entre los pobres. Cuando su padre se enteró de ello, la castigó sin piedad, y luego la arrojó a la prisión.


Cuando su madre fue a la prisión con el propósito de persuadirla a que abjurase de la fe, Cristina la rechazó y, como hija de Dios, se negó a reconocerla por madre. El juez la condenó a ser desgarrada con garfios; la joven cogió uno de los garfios y lo arrojó a la cara del juez. Los verdugos encendieron una hoguera para quemarla; pero el viento dispersó las llamas de la pira y produjo otros incendios en los que perecieron muchos hombres, dejando intacta a la mártir. Cristina fue entonces arrojada al mar; Cristo descendió personalmente del cielo a bautizarla «en el nombre de Dios, mi Padre y de su Hijo, que soy yo, y del Espíritu Santo», y san Miguel Arcángel la llevó ilesa a la costa.


Esa misma noche, murió el juez que había condenado a Cristina. El substituto la condenó a morir en un caldero de aceite y pez hirvientes, en el que se encargaron de sumergirla cuatro hombres; pero la santa encontró muy agradable la tortura de la que salió indemne. Entonces, los verdugos le rasuraron la cabeza y la condujeron desnuda por las calles de la ciudad hasta el templo de Apolo. Tan pronto como entró Cristina, la estatua del dios cayó al suelo y se hizo pedazos. Entonces murió el segundo juez.


El tercero la condenó a ser arrojada a un foso de serpientes; pero de nuevo, los reptiles se abstuvieron de tocar a Cristina y atacaron en cambio al encantador, a quien la mártir se encargó de resucitar. Cuando el juez mandó que le fueran cortados los pechos, manó de las heridas leche en vez de sangre. Aunque se le había cortado ya la lengua, Cristina podía hablar sin dificultad. Cuando se la arrancaron la arrojó a la cara del juez, quien quedó tuerto. 


Finalmente la santa alcanzó la palma del martirio mediante empalamiento en el año 200, durante el reinado del Emperador Septimio Severo.


LECTURAS


2 Tes 2,13-17;3,1-5: Hermanos, nosotros debemos dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos amados del Señor, porque Dios os escogió los primeros para la salvación mediante la santificación del Espíritu y la fe en la verdad. Dios os llamó por medio de nuestro Evangelio para que lleguéis a adquirir la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas. Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada, como lo fue entre vosotros, y para que nos veamos libres de la gente perversa y malvada, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. En cuanto a vosotros, estamos seguros en el Señor de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos mandado. Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo.



Fuente: eltestigofiel.org / goarch.org / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española