Rom 15,17-29: Hermanos, tengo de qué gloriarme en Cristo y en relación con las cosas que tocan a Dios. En efecto, no me atreveré a hablar de otra cosa que no sea lo que Cristo hace a través de mí en orden a la obediencia de los gentiles, con mis palabras y acciones, con la fuerza de signos y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios. Tanto que, en todas direcciones, partiendo de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, he completado el anuncio del Evangelio de Cristo. Pero considerando una cuestión de honor no anunciar el Evangelio más que allí donde no se haya pronunciado aún el nombre de Cristo, para no construir sobre cimiento ajeno; sino como está escrito: Los que no tenían noticia lo verán, los que no habían oído comprenderán. Por esta razón me he visto impedido muchas veces de ir hasta vosotros. Mas ahora, no teniendo ya campo de acción en estas regiones y teniendo desde hace muchos años grandes deseos de ir adonde vosotros, cuando me ponga en camino hacia España, espero veros al pasar y, después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía, que vosotros me encaminéis hacia allá. Pero ahora voy a Jerusalén, para el servicio de los santos, pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta para los pobres que hay entre los santos de Jerusalén. Tuvieron el gusto y además estaban obligados a ello; pues si los gentiles han compartido los bienes espirituales de los santos, ellos por su parte deben prestarles ayuda en lo material. Así pues, cuando haya concluido este asunto, sellándolo con la entrega del fruto de la colecta, pasaré entre vosotros de camino hacia España. Y sé que, cuando vaya a vosotros, lo haré con todas las bendiciones de Cristo.
Mt 12,46-50;13,1-3: En aquel tiempo, todavía estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Uno se lo avisó: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo». Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas.
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española