Lunes de la IX Semana de Mateo. Lecturas


1 Cor 11,31-34;12,1-6: Hermanos, si nos examinamos personalmente, no seremos juzgados. Aunque cuando nos juzga el Señor, recibimos una admonición, para no ser condenados junto con el mundo. Por ello, hermanos míos, cuando os reunís para comer esperaos unos a otros. Si uno tiene hambre, que coma en casa, a fin de que no os reunáis para condena. Lo demás lo prescribiré cuando vaya. Acerca de los dones espirituales, no quiero, hermanos, que sigáis en la ignorancia. Sabéis que cuando erais gentiles, os sentíais impulsados a correr tras los ídolos mudos. Por ello os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios dice: «¡Anatema sea Jesús!»; y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», sino por el Espíritu Santo. Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.


Mt 18,1-11: En aquel tiempo, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí. Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo! Si tu mano o tu pie te induce a pecar, córtatelo y arrójalo de ti. Más te vale entrar en la vida manco o cojo que con las dos manos o los dos pies ser arrojado al fuego eterno. Y si tu ojo te induce a pecar, sácalo y arrójalo de ti. Más te vale entrar en la vida con un solo ojo que con los dos ser arrojado a la gehenna del fuego. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial. Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española