Rom 16,17-24: Hermanos, os ruego que tengáis cuidado con los que crean disensiones y escándalos contra la doctrina que vosotros habéis aprendido; alejaos de ellos. Pues estos tales no sirven a Cristo nuestro Señor sino a su vientre, y a través de palabras suaves y de lisonjas seducen los corazones de los ingenuos. La fama de vuestra obediencia se ha divulgado por todas partes; de aquí que yo me alegre por vosotros; pero deseo que seáis sensatos para el bien e inmunes al mal. Y el Dios de la paz aplastará pronto a Satanás bajo vuestros pies. Que la gracia de nuestro Señor Jesús esté con vosotros. Os saluda Timoteo, mi colaborador, y Lucio, Jasón y Sosípatro, mis parientes. Yo, Tercio, que escribo la carta, os saludo en el Señor. Os saluda Gayo, que me hospeda a mí y a toda esta Iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y Cuarto, el hermano. Que la gracia de nuestro Señor Jesús esté con vosotros. Amén.
Mt 13,10-23;43: En aquel tiempo, los discípulos de Jesús se le acercaron y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les contestó: «A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe. Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno. El que tenga oídos, que oiga».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española