1 Cor 7,35-40;8,1-7: Hermanos, os digo todo esto para vuestro bien; no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones. Si, a pesar de todo, alguien considera que se comporta inadecuadamente con su doncella virgen, por estar en la flor de su edad y conviene proceder así, actúe conforme a su voluntad; no peca, cásense. Pero el que se sienta firme, sin presiones y con total libertad, y esté internamente resuelto a respetar la virginidad de su doncella, hará bien. En definitiva, quien se casa con su doncella hace bien, y quien no se casa con ella, hace mejor. Una esposa está ligada a su marido mientras este viva. Pero si el marido muere, es libre de casarse con quien quiera; solo que debe hacerlo en el Señor. Pero, en mi opinión, es más feliz si permanece así; que también yo creo tener el Espíritu de Dios. Acerca de lo sacrificado a los ídolos, sé que todos tenemos conocimiento. Pero el conocimiento engríe, mientras que el amor edifica. Si alguno cree conocer algo, eso significa que aún no conoce como es debido. Si alguno ama a Dios, ese tal es conocido por él. Sobre el hecho de comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que en el mundo un ídolo no es nada y que no hay más Dios que uno; pues aunque están los que son dioses en el cielo y en la tierra, de manera que resultan numerosos los dioses y numerosos los señores, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede todo y para el cual somos nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe todo y nosotros por medio de él. Sin embargo, no todos tienen este conocimiento: algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne está consagrada al ídolo, y como su conciencia está insegura, se mancha.
Mt 15,29-31: En aquel tiempo, Jesús se dirigió desde allí al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española