Los estilitas eran unos eremitas que a partir del siglo V empezaron a hacer penitencia viviendo subidos a una columna. Existen cinco santos estilitas de nombre Simeón: San Simeón Estilita el Viejo, San Simeón Estilita el Confesor, San Simeón Estilita en el Egeo, San Simeón Estilita el Joven y San Simeón el Nuevo Estilita. Pero vamos a hablar del primero de ellos.
Según nos dice Teodoreto de Ciro, coetáneo del santo, Simeón nació en Sisá, en los confines entre Siria y Cilicia, en la región de Nicópolis (la actual Islahije). Hay escasez de datos cronológicos por lo que no se puede precisar el año de su nacimiento, aunque se sabe que fue a finales del siglo IV. Sus padres eran cristianos y tuvieron numerosos hijos, pero todos murieron siendo niños excepto Simeón y uno de sus hermanos. Después de morir sus padres, un domingo, una fuerte nevada lo obligó a dejar el ganado en el establo y se fue a la iglesia donde escuchó el evangelio de las Bienaventuranzas. Entonces se sintió llamado a la vida monástica pensando que era la mejor forma de conseguir aquella felicidad que proclamaban las bienaventuranzas.
Al domingo siguiente volvió a la iglesia y mientras oraba se durmió y tuvo una visión: estaba cavando una fosa y una voz lo animaba a seguir excavando y después a “construir”. Dice Teodoreto que esta fue una visión profética de su futura vida de estilita. Se acercó entonces a un lugar en el que habitaban unos ascetas y allí se quedó dos años. Después de ocurrirle algunos hechos prodigiosos y de ayunar durante muchos días, volvió a donde estaba su hermano Semsin y repartió con él la herencia paterna. Su parte la entregó a los pobres y a unos monasterios cercanos, y deseoso de conseguir una mayor perfección, se fue a Teleda y entró en un monasterio que estaba bajo la dirección de un tal Heliodoro. El monasterio tenía un centenar de monjes, entre ellos un primo de Simeón. Poco después de ingresar en el monasterio recibió la bendición del obispo Mara de Gabala.
En el monasterio se dedicó a la práctica de tremendas mortificaciones, ayunaba todos los días excepto los domingos y vivió durante dos años semienterrado en el huerto del monasterio. Estas obras ascéticas llegaron a irritar a sus superiores, los cuales debieron intervenir cuando descubrieron que Simeón llevaba puesto un cruel cilicio que hacía que parte del cuerpo estuviera en carne viva y con las heridas infestadas por la suciedad. Como esta austeridad la consideraron absurda, lo echaron del monasterio para impedir que su ejemplo fuese imitado por otros monjes que tuviesen peor salud y sintieran el deseo de realizar las mismas extravagancias. Entonces él se retiró a una montaña cercana y se metió en una oquedad en el suelo permaneciendo allí cinco días, pero los superiores del monasterio, arrepentidos de haberlo expulsado, fueron a buscarlo para que retornase con ellos.
Sigue diciendo Teodoreto que, poco tiempo después, abandonó definitivamente el monasterio de Teleda y marchó a Telánissos, a unos setenta y cinco kilómetros al noreste de Antioquía. El lugar se llama hoy en día Der Sim’an. Allí llegó al inicio de la Cuaresma del año 458. Llamó a la puerta del monasterio de Mari, que estaba casi vacío, y allí se colocó en una casucha en la que estuvo encerrado durante toda la Cuaresma. El abad aceptó su reclusión dándole diez panes y un jarro de agua. Cuando terminó la Cuaresma fue encontrado casi inconsciente en el suelo pues no había tomado nada durante los cuarenta días. Le dieron la Eucaristía y se reanimó. Esto volvió a hacerlo durante cuarenta y tres años consecutivos en tiempos de Cuaresma. Los primeros días se mantenía en pie sin moverse, después sentado y los últimos días inevitablemente, tendido en el suelo debido a la debilidad producida por el ayuno absoluto. Cuando llegaba la Pascua se marchaba al desierto. Allí se hizo una casucha en un monte llamado actualmente Qal’at Sem’an, con la intención de vivir más intensamente una vida de contemplación. Se metía en el pequeño recinto y se encadenaba por un pie para limitar sus propios movimientos. El obispo Melecio le hizo comprender que no tenía por qué encadenarse, que bastaba con tener voluntad para conseguir la liberación espiritual sin tener que recurrir a actuaciones tan extravagantes. Estuvo vestido durante siete años con ropa de paja y posteriormente, cambió la paja por una simple piel de cabra. Si fuese cierto, que no lo es, todo lo contado por Teodoreto, se podría decir que estamos ante uno de los santos más extremos y al mismo tiempo más venerado de todos los tiempos.
Como su fama de penitencia se corrió entre las poblaciones vecinas, empezaron a llegar peregrinos para conseguir ser curados de enfermedades y él, que estaba deseoso de volar al cielo y que no quería ser tocado, se subió a una columna, inaugurando una nueva forma de vida, la de estilita, que aun lo hizo más famoso. Los hagiógrafos difieren en si permaneció sobre una columna o sobre varias y cuanto tiempo estuvo en cada una. Teodoreto dice que durante cinco años estuvo sobre la primera piedra (un pedestal de dos cúbitos de altura, cuatro pies de largo y cuatro cúbitos de perímetro, el equivalente a 1,76 metros de altura), altura apenas suficiente para apartarse de la indiscreta devoción de los fieles. El abad del monasterio de Mari, donde él estuvo, construyó un monasterio cercano a la columna. En aquel tiempo murió Semsin, el hermano de Simeón.
Sobre la columna estaba a la intemperie y sólo se cubría la cabeza con una capucha. Los días de fiesta los pasaba en oración con los brazos levantados, inclinándose cientos de veces hasta tocar los pies con la cabeza. Aunque debió hacer malabarismos para no caer (o más de una vez se cayó), esta postura le causó una úlcera en los pies y llagas por todo el cuerpo. Se comportaba con humildad, simpleza, modestia y dulzura. Dos veces al día predicaba al pueblo y después de la hora nona (tres de la tarde) se dedicaba a dar consejos, curar enfermos, expulsar demonios, hacer milagros, etc. Por la apología que hace Teodoreto del estilismo, se puede sospechar que esta insólita forma de ascetismo tuvo contestación en los ambientes religiosos que la consideraban sumamente extravagante. Se sabe que los monjes egipcios amenazaron a Simeón, incluso con la excomunión, aunque esto no llegó a ocurrir al comprobar la virtud del estilita. Al mismo tiempo, los archimandritas antioquenos aprobaron en el año 430 este género de vida, después de conocerlo y de haber hablado con él.
Para el pueblo era un verdadero taumaturgo. Teodoreto afirma que los peregrinos que llegaban “era un océano de gentes; no solo los habitantes de nuestro imperio (el bizantino), sino que también ismaelitas, árabes, persas, armenios, georgianos, hispanos, bretones y galos”. El mismísimo emperador Teodosio II se escribió con él. Hay constancia de dos cartas en una de las cuales, fechada en julio del 432, el emperador le ruega para que intervenga y logre la reconciliación entre Juan de Antioquia y San Cirilo de Alejandría. Simeón escribió a Juan exhortándole a abandonar la doctrina de Nestorio, condición indispensable para el establecimiento de la paz entre ambos. Teodoreto, que era amigo personal de Nestorio, en una carta al obispo Alejandro de Gerápolis deplora que Simeón junto con otros monjes, interpelasen al conde Tito para que amenazase con deponer de la sede episcopal a quién se opusiera a entrar en comunión con San Cirilo de Alejandría. El emperador Marciano (450-457) fue de incógnito a verlo para solicitarle que orase a favor del Concilio de Calcedonia, celebrado en el año 451. El mismísimo patriarca Efrén de Antioquia afirma la adhesión de Simeón a lo acordado por el Cuarto Concilio Ecuménico.
San Simeón estuvo en contacto con otros santos: con Santa Pulqueria y San Teodosio, con San Daniel el Estilita, con Santa Genoveva de París y otros más. El 19 de junio del 459 hubo un terremoto en la región de Antioquia y Simeón lo consideró como un presagio de su propia muerte. La noche del sábado al domingo 29 de agosto, el santo enfermó y después de haber bendecido a la muchedumbre allí congregada e inclinada la cabeza sobre la espalda de uno de sus discípulos, murió el miércoles día 2 de septiembre sobre las tres de la tarde; era el año 459. Había vivido cuarenta y siete años en Telnesin, siete años subido a una columna pequeña y treinta años subido en otra columna más alta. Se cree que tendría unos setenta años de edad cuando murió.
Su funeral fue grandioso. Para impedir que el pueblo robase su cuerpo, los discípulos de Simeón pusieron el ataúd arriba de la columna y allí permaneció durante veinte días. El patriarca Martirios de Antioquia, el gobernador militar Ardaburio, seis obispos y más de seiscientos hombres llevaron el ataúd hasta el monasterio de Telnessin; desde allí, fue llevado procesionalmente hasta Antioquia donde fueron oficiados los funerales presididos por el patriarca. El cuerpo fue sepultado en la catedral patriarcal y sigue diciendo Teodoreto que, desde su muerte hasta su sepultura fueron numerosos los milagros obtenidos por su intercesión. Los antioquenos impidieron que el emperador León I en el año 470 se llevase el cuerpo a Constantinopla, pero siete años más tarde lo hizo transportando el cuerpo con un grandioso cortejo, con el ataúd colocado en la carroza imperial y presidiendo el patriarca Genadio de Constantinopla. Fue puesto en la iglesia de San Miguel, pero dejaron en Antioquia algunas reliquias. En el año 589 se abrió el ataúd y Egravio el Escolástico escribe que el cuerpo del santo estaba en perfecto estado de conservación.
No se sabe como llegó la reliquia del cráneo del santo hasta el monasterio de Santa María de los Ángeles de Florencia; quizás en tiempos del primer patriarca latino de Constantinopla en el año 1204, pero desapareció en el año 1792, aunque un pequeño hueso del mismo cráneo se conserva actualmente en el monasterio camaldulense de Camaldoli (Arezzo) en Italia. Un dedo se venera en la iglesia de San Gregorio de los griegos, en Venecia. Desposeídos del cuerpo del santo, los monjes de Telnesin empezaron a considerar como reliquia la columna donde el santo había vivido. Aquello se convirtió en meta de peregrinaciones, construyéndose un santuario entre los años 474 al 491. Jerfanión dice que era el santuario más grande y más bello construido en todo el Oriente. El santuario fue destruido por un incendio en el año 548. El monasterio anexo fue destruido por los musulmanes en el año 985. La columna se conservó entera hasta el año 1737, quedando ahora solo parte de ella.
Evagrio dice que la fiesta principal de San Simeón se celebraba el día 27 de julio, recordando la fecha de la fiesta instituida por el mismo Simeón para dar gracias por un milagroso cese de una sequía ocurrida en la comarca y por no haber ocurrido desgracias en el terremoto del día 19 de junio del 459, del que hablamos antes. A esta fiesta aluden los cronistas cuando rememoran el ataque musulmán contra el monasterio de Telnesin. San Simeón es muy venerado por la iglesia asiria. El maestro de la himnografía siríaca Santiago de Sarug, en el año 520 compuso un precioso himno en su honor. El manuscrito original se conserva en el Vaticano. Los sirios jacobitas también lo celebran el día 27 de julio, al igual que lo hace el Calendario de Rabban Slibe, la iglesia católica maronita, la iglesia copta y la iglesia católica melquita. Los armenios lo recuerdan el segundo domingo después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y los etíopes el día 9 de agosto. Los calendarios y sinaxarios bizantinos lo recuerdan el día 1 de septiembre.
En Occidente era admirado aun antes de morir, pero el culto que se le tributó después de muerto, se le tributó como monje a secas, sin el título de Estilita: “En Siria, San Simeón monje”, fijándose su fiesta también el día 27 de julio. Así se deduce del códice de Eptern, del Martirologio Jeronimiano, del Martirologio de Beda e incluso en la tradición mozárabe de la antigua Hispania. Sin embargo, en Occidente, actualmente su fiesta se celebra hoy día 5 de enero. Desgraciadamente, un despiste en una traducción manuscrita que confundió Sicilia por Cilicia y que fue recogida en el Martirologio de Adon y en el de Usuardo, fue el origen de esta costumbre. Así, se menciona el 27 de julio un San Simeón monje en Sicilia y así se introdujo un San Simeón en Antioquia el día 5 de enero. De hecho, la iglesia romana lo sigue festejando el día 5 de enero,
Iconográficamente se le representa sobre una columna.
Antonio Barrero Avilés
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Adaptación propia