Nuestro Santo Padre Emiliano sirvió como obispo de Cícico, durante los años 787-815 d.C., sucediendo en el trono episcopal al Metropolita Nicolás. En estos años tuvo lugar también el reinado del emperador iconoclasta León el Armenio (813-820).
Inicialmente Emiliano sirvió como monje en el Monasterio que San Tarasio, Patriarca de Constantinopla, construyó en el Bósforo. Allí sobresalió en las obras de virtud.
Fue convocado junto con otros obispos a la corte del emperador, quien instó insistentemente a los obispos a abstenerse de venerar los iconos sagrados.
El obispo Emiliano fue el primero en decirle firmemente al emperador que la cuestión de la veneración de los iconos sagrados debe ser discutida y decidida solo dentro de la Iglesia por sus líderes espirituales, y no en la corte imperial.
Emiliano, gran defensor de la ortodoxia, luchó con toda la fuerza que Dios le había dado por la defensa de la veneración de los sagrados iconos, habló muy afectuosamente al respecto y fortaleció a los fieles para soportar con paciencia y progreso espiritual las perversas persecuciones.
El Apóstol Pablo queriendo resaltar la gran importancia de la confesión de nuestra fe en Cristo, dijo: "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". (Epístola de San Pablo a los Hebreos, 4:14).
Cabe señalar que en el Sínodo convocado en 815, el Emperador León V invitó a San Emiliano para dar explicaciones sobre el culto a los iconos sagrados, lo que le dio la oportunidad de confesar con valentía la grandeza de la verdadera y correcta Fe cristiana.
Predicó con ferviente entusiasmo misionero, apoyando y enseñando la correcta fe a los cristianos de su región, y protegiéndoles de las enseñanzas heréticas. Se destacó en el culto honorario de los iconos sagrados y fue pionero en su restauración.
Puesto que no quería someterse a los decretos del emperador con relación a la eliminación de los iconos en las iglesias, Emiliano y otros obispos ortodoxos fueron desterrados al exilio.
Pasó cinco años en el exilio, sufriendo muchas penas y humillación por Cristo, donde recibió por su confesión una corona inmarcesible.
Emiliano murió en el año 820, y tomó posesión de su morada entre los ciudadanos del cielo.
El Oficio dedicado a él fue concluido y publicado en 1876 por el metropolita de Cícico Nicodemo.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Adaptación propia