Los Santos Adrián y su esposa Natalia procedían de Nicomedia. Durante el segundo reinado del emperador Maximiano (306-308), este descubrió en una cueva a veintitrés cristianos y les torturó de diversos modos. Adrián, que tenía veintiocho años y era jefe del pretorio, se enteró de esto y les preguntó por qué soportaban tales tormentos. Ellos le respondieron, diciendo: "Los soportamos para que podamos obtener esas buenas cosas preparadas por Dios en los cielos para aquellos que sufren por su amor, cosas que ningún oído puede oír o y palabras que ninguna mente puede entender".
Esta respuesta movió al bendito Adrián a la compunción, y se llenó de la gracia divina, encendiendo una llama dentro de él para sufrir junto con ellos tormento por el amor de Cristo. Así, Adrián recurrió a los registradores que estaban preparando las listas de los nombres de estos cristianos para ser asesinados, y pronunció: "Escriba mi nombre junto con los nombres de los demás, porque yo también quiero morir con ellos por el amor de Cristo". Entonces anotaron su nombre en las listas y lo ataron con cadenas y lo encerraron en la cárcel.
Su esposa Natalia, que fue criada como cristiana por sus padres pero que mantuvo oculta su fe para evitar ser violada por los paganos, fue informada del encarcelamiento de su esposo, aunque pensó que sería por otra razón, haciéndola llorar y lamentarse. Después de enterarse de que Adrián fue encarcelado por su fe en Cristo, se vistió con ropas espléndidas y fue a visitarlo a prisión. Cuando entró en la prisión, besó las ataduras y las cadenas de su esposo y lo alabó por su afán de demostrar su testimonio de Cristo. Ella también le aconsejó que se mantuviera firme e inquebrantable en las torturas. Después de que su esposo la exhortara a regresar a su hogar para que no fuera encarcelada, Natalia suplicó a los otros veintitrés cristianos encarcelados con Adrián que rezaran por su esposo.
Tras salir de la prisión, Natalia regresó a casa. Adrián, sin embargo, sobornó a los guardias para liberarlo por un tiempo determinado para notificar a su esposa que pronto sería martirizado. Cuando Adrián llegó a su casa, Natalia creyó que, por temor a los tormentos, había negafo a Cristo, por lo que le reprochó ser un cobarde y se lamentó por la oportunidad perdida de ser la esposa de un mártir. Pero cuando fue informada de la verdadera razón de la salida de Adrián, se sintió extremadamente contenta y lo abrazó. Por lo tanto, regresaron juntos a la prisión, donde Natalia cuidó de las heridas de los cristianos presos.
Cuando el emperador se enteró de esto, les prohibió a Natalia y a las otras mujeres que acudieran a la prisión para atender a los cristianos. Sin desanimarse, Natalia se recogió el pelo y, poniéndose ropa masculina, sobornó a los guardias para entrar en la cárcel. Cuando Adrián se presentó ante el emperador, confesó valientemente a Cristo, por lo que fue golpeado con bastones, luego arrojado al suelo y golpeado en el tórax y el abdomen hasta que sus entrañas quedaron expuestas. Luego le cortaron las manos y los pies junto con los otros cristianos. Natalia no solo estuvo presente en la ejecución, sino que colaboró en ella colocando a cada miembro sobre el yunque para ser decapitado.
Incluso rogó al verdugo que derribara la cuchilla y el martillo con un golpe más fuerte, para causar un dolor mayor y más severo para el Santo, creyendo que su recompensa sería mayor. Al mismo tiempo, animó a Adrián y le dio fuerza para soportar los dolores con valor, a fin de no traicionar a Cristo durante su martirio. Finalmente Adrián y los otros veintitrés atletas de Cristo terminaron estos tormentos del martirio.
Los idólatras estaban a punto de arrojar sus cuerpos sagrados al fuego, cuando la bendita Natalia recuperó una de las manos de Adrián. Se la escondió debajo de su camisa, y esperó para ver dónde se llevaban las reliquias sagradas. Cuando se las llevaron, con la sangre que goteaba de ellas se ungió como si fueran mirra y especias.
Cuando los santos restos fueron arrojados a las llamas, una tormenta repentina de lluvia cayó y apagó el fuego. Entonces un cierto cristiano llamado Eusebio recogió los santos restos y los llevó a bordo de una barca hasta Argirópolis, cerca de Constantinopla, donde los enterró, y más tarde se construyó una iglesia en su honor.
Los nombres de los veintitrés atletas de Cristo son los siguientes: Anatolio, Antimo, Antíoco, Gentelio, Eleuterio, Hermógenes, Evecio, Eureto, Eutiquio, Teagones, Teodoro, Tirso, Juan, Carteras, Claudio, Ciriaco, Marino, Mardonio, Menodio, Platón, Sineto, Troadio y Faretrio.
Poco después, Natalia fue perseguida por un cierto oficial imperial en Nicomedia que deseaba tomar a esta joven viuda rica como su esposa. Esto causó que Natalia huyera en barco a la ubicación de las reliquias sagradas de su esposo con sus compañeros. Poco después ella entregó su alma a las manos de Dios, y fue sepultada con los Santos Mártires.
Aunque Natalia no derramó su sangre ni sufrió el martirio físico, es contada entre los Mártires por haber sufrido junto con ellos al apoyarlos y alentarlos. Como nuestro Salvador prometió: "y el que recibe a un justo porque es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fresca solamente porque es discípulo mío, de cierto os digo que no perderá su recompensa." (Mateo 10:41-42).
LECTURAS
Heb 10,32-38: Hermanos, recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes. No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa. Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. Un poquito de tiempo todavía y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá por la fe, pero si se arredra le retiraré mi favor.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española