El Venerable Pemeno (del gr. "Ποιμήν", Pastor), que es celebrado hoy por nuestra Iglesia, pertenece al gran coro de los Justos y Ascetas que vivieron como seguidores de los Mártires martirizados durante el período de la persecución en los primeros siglos del cristianismo. Cuando las persecuciones terminaron, el "espíritu" mártir del cristianismo continuó con estos Justos y Ascetas, que intentaron toda su vida observar los mandamientos de Cristo, incluso en el grado más perfecto.
El Justo Pemeno nació en Egipto alrededor del año 340 d.C. y desde su juventud vivió ascéticamente. Cuando cumplió los quince años se fue a vivir a un monasterio de Libia. Al principio esto le pareció "duro" a su madre, que había ido a su encuentro; él la había evitado, pero lo hizo en el contexto del ascetismo, lo que fue entendido por su madre, que se retiró con alegría.
A su vez, el venerable Pemeno llegó a conocer todo el método de la vida ascética bizantina, habiéndose purificado de sus pasiones con muchas hazañas ascéticas espirituales, adquiriendo amor por el mundo entero. El amor del venerable Pemeno era proverbial, como lo demuestran sus dichos que se han conservado en el libro conocido como "Geronticón". Mencionaré algunas de las cosas que dijo a sus visitantes, lo cual revela su madurez espiritual.
Cuando un hermano le preguntó cuál era la fe que purificaba al hombre de las pasiones, respondió: "La fe es ser guiado por la humildad y hacer obras de misericordia". Por supuesto, la fe es la verdad revelada que Cristo dio a Sus Apóstoles y ellos a sus sucesores, que protegieron a la Iglesia con dogmas. Pero aquí se entiende la fe empírica, que es la experiencia de la verdad revelada, la humildad y el amor hacia los demás.
Cierto hermano tenía pensamientos malvados y quería deshacerse de ellos. Le preguntó al padre Pemeno sobre esto y este lo llevó fuera, al aire libre, y le dijo que extendiera la mano y atrapara los vientos, porque los pensamientos son como los vientos. Y cuando el otro respondió que no podía hacerlo, el venerable Pemeno respondió: "Si no puedes atrapar los vientos, tampoco podrás evitar que los pensamientos vengan, pero podrías resistirlos", es decir, no hagas lo que te dicen. ¡Cuánta verdad está escondida en este consejo del venerable Pemeno y cuánto nos ayuda a nosotros que somos sacudidos por los pensamientos!
El padre Pemeno enseñó que las personas podían ser salvadas dondequiera que estuvieran y sin importar con qué tipo de trabajo estuvieran ocupadas. Él dijo: "Si tenemos a tres personas, una vive en método hesicástico, es decir lejos de la gente y orando incesantemente, otra está enferma y da gracias a Dios, y la tercera sirve a los demás con pensamientos puros [sin orgullo y segundas intenciones]; pues bien, los tres están realizando el mismo trabajo ".
Por lo tanto, dondequiera que uno viva y en cualquier situación en la que se encuentre, podría salvarse si vive con fe en Dios, amor hacia los hermanos y pensamientos puros. En las luchas espirituales tiene que haber una medida para evitar excesos. El Justo Pemeno se caracterizó por el discernimiento, por lo que era conocido con el nombre de "lámpara de discernimiento", y esto fue el resultado de muchos años de luchas contra las pasiones y el diablo; en un momento dado dijo: "el sobreexceso proviene siempre de los demonios ", es decir, lo que está más allá de toda medida es de los demonios. Tanto con el pecado como con la lucha espiritual, la persona debe discernir la mesura y no quedar ocupada por la desesperación o el orgullo. Los extremos son siempre peligrosos.
Sobre la propia voluntad, decía que el que no la combate a través de la obediencia al Padre Espiritual o Anciano vive la vida bajo la influencia del espíritu malvado y se tortura. Los hombres sufren, se atormentan y hacen sufrir porque no pueden cortar su propia voluntad, según lo dicho: “Obedeceos los unos a los otros”. Esta voluntad, según los Santos Padres, es como muralla de cobre que nos separa de Dios, porque nos impide hacer la voluntad de Dios.
Leemos en el Geronticón: “El abad Pemeno dijo que la voluntad del hombre es una muralla de cobre entre él y Dios, piedra que gira y golpea al mismo hombre. Si la abandona, dirá él también como el profeta David: “En y con mi Dios superaré la muralla” (Sal 17,30). Si por otro lado, el justo coopera con su voluntad, entonces está vencido”. Se requiere una fuerte y sangrienta lucha para la expulsión de la voluntad propia. La experiencia Patrística ha calificado como martirio y cruz la lucha por atajar la voluntad propia.
Esta lucha es el elemento básico de la espiritualidad bizantina. El padre Pemeno dio gran importancia al arrepentimiento del hombre. Él conocía la alteración de la naturaleza humana y que el hombre peca por influencia del diablo y el cautiverio de su voluntad, razón por la cual mostró gran amor hacia los pecadores, y los instaba a arrepentirse. A un hermano que le preguntó qué significaba el arrepentimiento del pecado, él respondió: "El arrepentimiento significa una firme resolución de no volver a cometer un pecado. Por esta razón, precisamente los justos son llamados irreprensibles, porque han abandonado el pecado y han sido probados como justos.”
Un rasgo característico del gran amor del venerable Pemeno hacia las personas se muestra en la respuesta dada a ciertos hermanos que preguntaban si deberían despertar a los hermanos que estaban soñolientos durante las reuniones o asambleas. Él dijo: "Si veo a un hermano en particular que tiene sueño, pondré su cabeza sobre mis rodillas para su descanso".
Tal era el corazón empático del Justo Pemeno para con el mundo entero, y esto fue resultado de su purificación interna, la transformación de sus pasiones hacia el amor a Dios y a los hermanos. Por eso el himnógrafo sagrado lo llama "ciudadano entre los ángeles y conversador con ellos", "habitante de la ciudad de arriba", "hábitaculo de las virtudes" y "decano del desierto".
LECTURAS
Gál 5,22-26;6,1-2: Hermanos, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu. No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros. Hermanos, incluso en el caso de que alguien sea sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidlo con espíritu de mansedumbre; pero vigílate a ti mismo, no sea que también tú seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal
Adaptación propia