Una vez más cantamos himnos a la Santísima Madre de Dios en el ambiente de adoración de nuestra santa Iglesia, especialmente en el período bendito del ayuno de la Dormición, con este maravilloso Servicio litúrgico, que conmueve y atrae los corazones de los cristianos.
Cantamos himnos a nuestra Panagia con todas las huestes angélicas, junto con los Santos, Mártires y Venerables, porque, como canta San Andrés, obispo de Creta, la Panagia es "De Dios hija predilecta, madre del segundo de la Santísima Trinidad". «Todos los Santos -dijo el Venerable Efraín de Catunacia- cantan a la persona de la Santísima Madre de Dios, ya que ella se convirtió en Madre de Dios y Madre de todos los pueblos».
Con San Nectario la abrazamos: él de manera singular tuvo por ella una especial reverencia, y disfrutó mucho de su protección, asistencia y ayuda en su vida. Por eso decía repetidamente: "Como protectora del mundo, Reina de todo, redímeme de las tentaciones y los peligros. Tú que llevaste la alegría del mundo, concédeme la alegría eterna".
¿Quien es la Panagia?
En el oficio litúrgico, el himnógrafo desconocido del Himno Acatisto se dirige a la Virgen María, entre los otros "regocijos", como "la estrella": "Regocíjate, estrella que muestra el Sol".
La Theotokos es, por lo tanto una, estrella.
Ella es la estrella que brilla con la gracia y la presencia del Espíritu Santo.
Ella es la estrella que supo contener en su seno inmaculado al Sol de justicia.
Ella es la estrella que salió del matrimonio de Joaquín y Ana, en quien confluyó toda la economía redentora de Dios.
Por eso San Juan de Damasco, ese gran dogmático de la Iglesia, bendice a sus santos padres, Joaquín y Ana, diciendo que "han sembrado en sí mismos una fuente que conduce a la justicia y han cosechado un fruto de vida. Han iluminado en sí mismos una luz de conocimiento y han buscado a su Señor, y les ha llegado un vástago de justicia... Joaquín y Ana, como montañas espirituales, han destilado dulzura. Alégrate, bendita Ana, porque has nacido mujer. Hembra será Madre de Dios, puerta de luz y fuente de vida, y ella acabará con la acusación contra la primera Eva”.
La Panagia es una estrella porque en su persona se interpretaron todos los dichos proféticos, todo el Antiguo Testamento hablaba de la salvación del género humano. El Primer Evangelio que se escuchó después de la terrible caída de la Primogénita del Paraíso se refería a ella. El profeta de gran voz, Isaías, habló de la Panagia y de su ministerio 800 años antes de la venida de Cristo: "He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Enmanuel.”
Ella es la puerta del profeta Ezequiel por la que Enmanuel entró al mundo.
Ella es la zarza ardiente del profeta Moisés, así como el Tabernáculo del Testimonio, junto con todos aquellos objetos sagrados que presagian su persona toda inmaculada. Por eso, cuando fue la voluntad de Dios, cuando como dice el Apóstol Pablo había llegado la plenitud de los tiempos, se produjo la divina encarnación en su seno inmaculado. Así, su vientre se convirtió en el santuario y la luz inexorable que llenó el mundo entero con el resplandor de la divinidad.
La Theotokos es una estrella.
Así como antes de la salida del sol una estrella brillante precede y predice la salida del sol, así la llegada de Panagia al mundo anunció la salida del Sol de justicia. Por eso en la fiesta de su nacimiento nos regocijamos y celebramos y cantamos: "Tu nacimiento, oh Theotokos, trajo alegría al mundo entero, porque de ti amaneció el Sol de Justicia, Cristo nuestro Dios". Con su vida santa y su ministerio salvador, y más con su silencio, ella es simplemente una estrella, mientras que su Hijo es el Sol de justicia.
"Ustedes me honran y me alaban", nos dice la Panagia, "y piden mi protección y cobertura, pero primero deben conectarse con el Sol noético de justicia, que es Cristo. Él es la Luz del mundo. Él es la Vida y la Resurrección, Él es el Camino y la Verdad, Él es el Pan de vida bajado del cielo”.
A esta estrella huimos en estos tiempos difíciles que vivimos en la oscuridad de la ignorancia, el ateísmo y la incredulidad. En ella nos apoyamos esta noche depositando nuestras lágrimas de gratitud y nuestras súplicas por todo lo que está pasando en nuestra tierra y en nuestro sufriente mundo. Muchos son los enemigos, grandes las dificultades, los problemas son como grandes olas, nuestros supuestos amigos se paran de lejos y solo miran, como siempre, el drama de nuestro mundo.
Nuestro único refugio es el Señor de los Ejércitos.
Nuestra esperanza es el Hijo de Dios y el Hijo de la Virgen.
La Panagia es nuestra expectativa, nuestra Campeona General, nuestra Guía, nuestra Protección Impresionante, nuestra «Presta para Oír», nuestra Libertadora, nuestra Salvadora, nuestra Madre. Por eso, con todo nuestro corazón nuestros labios orarán esta tarde: "Líbranos de todos los peligros, para que podamos clamar: Alégrate, Madre de Dios".
Metropolitano Serafín de Castoria, ‘Esperanza de la Humanidad: Camino hacia la Dormición de la Theotokos’
Traducción: Lector Sergio Augusto Gómez Torres
Fuente: Grupo de Facebook Espiritualidad Ortodoxa
Adaptación propia