2 Cor 2,3-15: Hermanos, todos tenéis mi alegría por vuestra. Porque os escribí con muchas lágrimas, debido a una gran aflicción y angustia de corazón; pero no lo hice para entristeceros sino para mostraros el amor tan especial que tengo por vosotros. Pues si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino, en cierto modo y para no exagerar, a todos vosotros. Bástale a ese tal el correctivo que le ha impuesto la mayoría; de modo que más vale que lo perdonéis y animéis, no sea que se hunda en una tristeza excesiva. Por eso, os recomiendo que le confirméis el amor; os escribí precisamente para esto, para comprobar vuestro temple y ver si obedecíais en todo. Lo que vosotros perdonéis a alguien, también yo se lo perdono. Pues lo que yo he perdonado, si algo tengo que perdonar, fue por causa vuestra, teniendo delante a Cristo; quiero evitar ser engañado por Satanás, pues no se me ocultan sus intenciones. Llegué a Tróade para anunciar el Evangelio de Cristo y se me abrió una gran puerta en el Señor; pero, al no encontrar allí a Tito, mi hermano, no me quedé tranquilo; entonces me despedí de ellos y salí para Macedonia. Doy gracias a Dios, que siempre nos asocia a la victoria de Cristo y difunde por medio de nosotros en todas partes la fragancia de su conocimiento. Porque somos incienso de Cristo ofrecido a Dios, entre los que se salvan y los que se pierden.
Mt 23,13-22: Dijo el Señor a los judíos que habían acudido a él: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones! Vuestra sentencia será por eso más severa. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española