Rom 15,30-33: Hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, os ruego que luchéis conmigo rezando a Dios por mí, para que me libre de los incrédulos en Judea y para que el servicio que llevo para Jerusalén sea bien acogido por los santos, de modo que vaya a vosotros con alegría y, si Dios lo quiere, pueda disfrutar de algún descanso en compañía vuestra. Y que el Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén.
Mt 17,24-27;18,1-4: En aquel tiempo, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?». Contestó: «Sí». Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?». Contestó: «A los extraños». Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti». En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española