Sábado de la XII Semana de Mateo. Lecturas


1 Cor 1,26-31;2,1-5: Hermanos, fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención. Y así —como está escrito—: el que se gloríe, que se gloríe en el Señor. Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado. También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, 5para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.


Mt 20,29-34: En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó, le siguió una gran muchedumbre. Dos ciegos que estaban sentados al borde del camino oyeron que Jesús pasaba y se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!». La muchedumbre los increpó para que se callaran, pero ellos gritaban más fuerte: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!». Entonces Jesús se detuvo, los llamó y les dijo: «¿Qué queréis que os haga?». Le respondieron: «Señor, que se abran nuestros ojos». Compadecido, Jesús les tocó los ojos, y al punto recobraron la vista y lo siguieron.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española