Viernes de la IX Semana de Mateo. Lecturas


1 Cor 14,26-40: Hermanos, cuando os reunís, uno tiene un salmo, otro tiene una enseñanza, otro tiene una revelación, otro tiene don de lenguas, otro tiene una interpretación: hágase todo para edificación. Si alguien habla en lenguas, que lo hagan dos o a lo sumo tres, y además por turno; y que uno interprete. Pero en caso de que no hubiere intérprete, que calle en la asamblea y hable para sí y para Dios. Por lo que toca a los profetas, que hablen dos o tres y que los otros disciernan. Y si a algún otro de los que están sentados se le revela algo, que calle el primero. Pues podéis profetizar todos uno a uno, para que todos aprendan y todos se sientan animados. Y los espíritus de los profetas están sometidos a los profetas. Que Dios no es Dios de confusión sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos, que las mujeres callen en las asambleas, pues no les está permitido hablar; más bien, que se sometan, como dice incluso la ley. Pero si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues es indecoroso que las mujeres hablen en la asamblea. ¿O es que ha salido la palabra de Dios de entre vosotros o ha llegado solo a vosotros? Si alguien cree ser profeta o espiritual, reconozca que esto que os escribo es precepto del Señor. Pero si alguien lo ignora, él será ignorado. De modo que, hermanos míos, anhelad profetizar y no impidáis hablar en lenguas. Pero hágase todo decorosamente y con orden.


Mt 21,12-14;17-20: En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas. Y les dijo: «Está escrito: “Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos”». Se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los curó. Y dejándolos salió de la ciudad, a Betania, donde pasó la noche. De mañana, camino de la ciudad, tuvo hambre. Viendo una higuera junto al camino se acercó, pero no encontró en ella nada más que hojas y le dijo: «¡Que nunca jamás brote fruto de ti!». E inmediatamente se secó la higuera. Al verlo los discípulos se admiraron y decían: «¿Cómo es que la higuera se ha secado de repente?».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española