2 Cor 7,10-16: Hermanos, la tristeza vivida como Dios quiere produce arrepentimiento decisivo y saludable; en cambio, la tristeza de este mundo lleva a la muerte. Pues mirad cuántas cosas ha producido entre vosotros el haberos entristecido según Dios: ¡qué interés y qué excusas, qué indignación y qué respeto, qué añoranza, qué afecto y qué escarmiento! Habéis mostrado en todo que sois inocentes en este asunto. De hecho, si os escribí no fue pensando en el ofensor ni en el ofendido, sino para que se pusiera de manifiesto entre vosotros ante Dios vuestro interés por nosotros. Esto es lo que nos ha consolado. Además de este consuelo, nos alegró enormemente la alegría de Tito, cuyo espíritu se tranquilizó gracias a todos vosotros. Porque, si en algo me he gloriado de vosotros ante él, no he quedado avergonzado. Todo lo contrario, así como os he hablado siempre con verdad, de igual modo nuestro orgullo con Tito se ha mostrado también verdadero. Además, su cariño por vosotros ha aumentado al recordar la obediencia que manifestasteis todos vosotros y la piadosa reverencia con que lo recibisteis. Me alegra porque cuento con vosotros en todo.
Mc 2,18-22: En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?». Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española