Hoy celebramos la memoria de un joven pastor de Cilicia que originalmente se llamó Tarasio y en el bautismo tomó el nombre de Sozonte.
Cierta vez, mientras dormía bajo un árbol, se le apareció Nuestro Señor Jesucristo y le dijo que dejara sus rebaños y le siguiera a la muerte. Tan pronto como Sozonte despertó, abandonó sus ovejas y se fue de prisa a la ciudad más próxima, la de Pompeyópolis, donde se encontró con que se celebraba un desenfrenado festival pagano. Se encaminó directamente al interior del templo de la deidad y, con un recio golpe de su cayado, derribó la imagen dorada. En la caída se le rompió un brazo a la estatua; Sozonte recogió los fragmentos y los distribuyó, como limosnas, entre los pobres que presenciaban la escena.
Por aquellos actos, no sólo fue detenido Sozonte, sino muchas otras gentes, acusadas de complicidad. Pero el joven pastor entró al tribunal e interpeló al magistrado para jurarle que no había otro culpable más que él. El juez dejó ir a los demás y al pastorcillo le ofreció el perdón y la libertad si adoraba al dios cuya estatua había mutilado, pero Sozonte se rio ante la idea de adorar a un dios que podía hacerse añicos con un golpe de su cayado. Entonces se encajaron agudos clavos en las suelas de sus sandalias, se las calzaron y así se le hizo andar por largo tiempo.
Cuando en su doloroso recorrido Sozonte pasó ante el magistrado, se detuvo un instante, señaló sus pies bañados en sangre y le dijo: «Tengo unas sandalias rojas más finas que las tuyas». «Eres valiente -repuso el magistrado-. Si tocas el caramillo en honor de los dioses, te dejaré libre». Pero, Sozonte rehusó y dijo que a menudo había tocado el caramillo para sus ovejas y que no volvería a tocarlo más que para Dios. Por lo tanto, el gobernador se vio obligado a condenarlo a morir en la hoguera. Se cumplió la sentencia al amparo de las sombras de la noche. Los cristianos se acercaron al lugar para recoger los huesos calcinados y darles honrosa sepultura. Esto ocurrió, según algunos, en el año 288 o, según otros, en el 304.
LECTURAS
Lc 21,12-19: Dijo el Señor a sus discípulos: «Sabed que os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
Fuente: eltestigofiel.org / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española