15/09 - Nicetas el Megalomártir


San Nicetas fue un soldado godo, pueblo que se había establecido más allá del río Istro (según el geógrafo Melecio, se llama así al río Danubio desde el lugar donde se une con el río Safo hasta el Mar Negro, o según otros desde algo antes de Axiópolis hasta sus desembocaduras), dentro de las fronteras de la actual Rumania, en los años de Constantino el Grande.


El obispo Teófilo, conocido iluminador de los godos y participante en el Primer Sínodo Ecuménico en 325, lo convirtió al cristianismo y lo bautizó en su juventud. Nicetas fue un cristiano ortodoxo devoto desde su juventud, y no arriano, como muchos suponen, porque el arrianismo se extendió entre los godos a través del sucesor de Teófilo, el obispo Ulfilas.


Desde niño, Nicetas aprendió la santa fe del obispo godo Teófilo, el cual recordaba a menudo las palabras del Apóstol Pablo: «Tú, en cambio, permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús» (2 Tim 3,14-15). Y así fue.


En aquella época, una intensa guerra surgió entre los godos. A la cabeza de uno de los bandos estaba el Príncipe Atanarico, quien, dado su origen pagano, odiaba a los cristianos. Frigento, que era cristiano, estaba a la cabeza del otro bando. En el sangriento enfrentamiento entre ambos ejércitos, Atanarico salió victorioso y Frigento se vio obligado a huir a Constantinopla. Pero pronto Frigento regresó a su tierra natal, reforzado por las nuevas tropas proporcionadas por el emperador Valente (364-378 d.C.). Frigento ordenó que la imagen de la Santa Cruz se hiciera según las normas de su ejército, como antaño con el emperador Constantino el Grande. Una segunda batalla sangrienta tuvo lugar, y esta vez Frigento salió victorioso. Pero Atanarico, con un pequeño grupo de adeptos, se salvó.


Después de la victoria de Frigento, se dieron tiempos favorables para el cristianismo. El sucesor del obispo Teófilo, el obispo Ulfilas (311-383 d.C.), creó el alfabeto godo y tradujo muchos libros espirituales del griego al gótico, incluidas las Sagradas Escrituras. San Nicetas, por su predicación y su vida piadosa, ayudó grandemente a la confirmación de la fe cristiana entre los godos y convirtió a muchos. Amigo cercano de San Paulino de Nola, Nicetas se convirtió en obispo de Remesiana en Dacia (hoy Rumania y la ex-Yugoslavia) y se destacó por sus exitosas actividades misioneras, especialmente entre los Bessi, una raza de merodeadores que Paulino conmemora en un poema.


Nicetas escribió varias disertaciones sobre la Fe, el Credo, la Trinidad, el canto litúrgico, y algunos eruditos creen que es el autor de Tedéum. Sabemos poco del propio Nicetas más allá del hecho de que en al menos dos ocasiones se trasladó desde un país que Paulino consideraba una región salvaje con nieve y hielo para visitar a su amigo en Nola, en la Campania.


San Jerónimo también habla muy agradecido de su trabajo en la conversión de la gente de la Dacia.


Después de algunos años, Atanarico volvió a su patria con un ejército numeroso, y la intensa guerra otra vez comenzó entre los godos. Habiendo vencido a Frigento, Atanarico desató una cruel persecución contra los cristianos. Nicetas, convertido en líder espiritual de los godos cristianos, denunció a Atanarico por impiedad y crueldad. Instó a los fieles a ser firmes y no temer el martirio. Pronto Nicetas fue capturado. Atanarico lo amenazó para que negase a Cristo, pero él permaneció firme en lo que aprendió de pequeño. Entonces fue entregado a crueles torturas. 


Atanarico ordenó que le rompiesen los huesos de un modo terrible. Pero él conservó su intelecto y su corazón elevados a Dios, y en su pecho, debajo de su túnica, llevaba un icono de la Santísima Madre de Dios con el Niño Jesús de pie y sosteniendo la Cruz en sus manos. Nicetas llevaba este icono porque la Santa Madre de Dios se le había aparecido y lo había consolado. El odio de los bárbaros era tal que después lo arrojaron al fuego. Su cuerpo se iluminó con una luz milagrosa y, aunque su cuerpo se conservó intacto, entregó su espíritu al Señor el 15 de septiembre del año 372. 


Por la noche, un amigo del mártir, un cristiano llamado Mariano, trasladó el cuerpo de San Nicetas en un cofre desde la tierra de los godos (Valaquia y Besarabia) hasta la ciudad de Mopsuestia, donde lo enterró. Luego fue transferido a Constantinopla, donde se construyó una iglesia en su honor. Parte de las reliquias del Gran Mártir Nicetas fueron luego llevadas al Monasterio de Vysokie Dechani en Serbia, donde su mano incorrupta realiza muchos milagros. Rezamos a San Nicetas por la sanación de los niños de los defectos de nacimiento.


San Sabas y San Nicetas fueron los dos mártires más renombrados entre los godos. Al primero se le conmemora el 12 de abril.


LECTURAS


Col 1,24-29;2,1: Hermanos, ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo. Por este motivo lucho denodadamente con su fuerza, que actúa poderosamente en mí. Quiero que sepáis el duro combate que sostengo por vosotros.


Mt 10,16-22: Dijo el Señor a sus discípulos: «Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Adaptación propia