Lunes de la XIV Semana de Mateo. Lecturas


2 Cor 12,10-19: Hermanos, vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. ¡Me he convertido en un insensato! ¡Vosotros me habéis obligado! Hablar en favor mío debería ser cosa vuestra; pues, aunque yo no sea nadie, en nada soy menos que esos superapóstoles. Los signos del apóstol se vieron realizados entre vosotros: aguante perfecto, signos, prodigios y milagros. ¿En qué habéis sido inferiores a las otras iglesias, excepto en que yo no he vivido a costa vuestra? Perdonadme este agravio. Mirad: por tercera vez estoy a punto de ir a vosotros; y tampoco ahora viviré a costa vuestra. Pues no busco lo vuestro, sino a vosotros; en efecto, no corresponde a los hijos ahorrar para los padres, sino a los padres para los hijos. Por mi parte, con sumo gusto gastaré y me desgastaré yo mismo por vosotros. Y si yo os quiero más, ¿me querréis vosotros menos? Algunos concederán que yo no he sido una carga para vosotros, pero añadirán que, como soy tan astuto, os he cazado con engaño. Vamos a ver, de los que he enviado a vosotros, ¿de quién me he servido para explotaros? Le rogué a Tito que fuera y con él envié al otro hermano: ¿os ha explotado Tito?, ¿no hemos actuado con el mismo espíritu?, ¿no hemos seguido las mismas huellas? Pensáis que nos estamos defendiendo otra vez ante vosotros. Hablamos delante de Dios en Cristo; y todo es, queridos, para edificación vuestra.


Mc 4,10-23: En aquel tiempo, cuando Jesús se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”». Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno». Les decía: «¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero? No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española