Martes de la I Semana de Lucas. Lecturas


Gál 5,11-21: Hermanos, si es verdad que continúo predicando la circuncisión, ¿por qué siguen persiguiéndome? ¡El escándalo de la cruz ha quedado anulado! ¡Ojalá se mutilasen los que os soliviantan! Pues vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; ahora bien, no utilicéis la libertad como estímulo para la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero, cuidado, pues mordiéndoos y devorándoos unos a otros acabaréis por destruiros mutuamente. Frente a ello, yo os digo: caminad según el Espíritu y no realizaréis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne; efectivamente, hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais. Pero si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen estas cosas no heredarán el reino de Dios.


Lc 3,23-38;4,1: En aquel tiempo, Jesús, al empezar su ministerio, tenía unos treinta años, y se pensaba que era hijo de José, que a su vez era de Helí, de Matat, de Leví, de Melquí, de Jannaí, de José, de Matatías, de Amós, de Nahún, de Eslí, de Nagái, de Maat, de Matatías, de Semeín, de Josec, de Jodá, de Joanán, de Resá, de Zorobabel, de Salatiel, de Nerí, de Melquí, de Addí, de Cosán, de Elmadán, de Er, de Jesús, de Eliezer, de Jorín, de Matat, de Leví, de Simeón, de Judá, de José, de Jonán, de Eliacín, de Meleá, de Mená, de Matatá, de Natán, de David, de Jesé, de Jobed, de Booz, de Salá, de Naasón, de Aminadab, de Admín, de Arní, de Esrón, de Fares, de Judá, de Jacob, de Isaac, de Abrahán, de Tare, de Nacor, de Seruc, de Ragau, de Fálec, de Eber, de Salá, de Cainán, de Arfaxad, de Sem, de Noé, de Lámec, de Matusalén, de Henoc, de Járet, de Maleleel, de Cainán, de Enós, de Set, de Adán, de Dios. Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando por el desierto.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española