1 Cor 14,20-25: Hermanos, no seáis niños en vuestros pensamientos, antes bien, comportaos como niños en lo que toca a la maldad, pero en lo que toca a los pensamientos, sed adultos. En la ley está escrito que por medio de gente que habla lenguas extranjeras y por medio de labios de extraños hablaré a este pueblo; pero ni aun así me escucharán, dice el Señor. Así pues, las lenguas son un signo no para los creyentes sino para los no creyentes, mientras que la profecía es un signo no para los no creyentes, sino para los creyentes. Por tanto, si se reúne toda la comunidad en el mismo lugar y todos hablan en lenguas, y entran en ella personas no iniciadas o no creyentes, ¿no dirán que estáis locos? En cambio, si todos profetizan y entra una persona no creyente o no iniciada, esta es convencida por todos, examinada por todos, quedando al descubierto lo que hay oculto en su corazón; y así, postrada rostro en tierra, adorará a Dios, proclamando que «Dios está verdaderamente entre vosotros».
Lc 5,17-26: En aquel tiempo, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones. En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados». Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: «¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?». Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”». Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto maravillas».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española