Viernes de la XV Semana de Mateo. Lecturas


Gál 4,8-21: Hermanos, en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, erais esclavos de seres que en realidad no son dioses; mas ahora que habéis conocido a Dios, o, mejor dicho, que Dios os ha conocido, ¿cómo os volvéis de nuevo a esos elementos sin eficacia ni contenido y queréis volver a ser sus esclavos como antes? Observáis días, meses, estaciones y años; me hacéis temer que mis fatigas por vosotros hayan sido en vano. Poneos, por favor, en mi lugar, lo mismo que yo, hermanos, me pongo en el vuestro. En nada me ofendisteis. Sabéis que la primera vez os anuncié el Evangelio con ocasión de una enfermedad corporal; con todo, aunque mi estado físico os debió de tentar a ello, no me despreciasteis ni me hicisteis ningún desaire; al contrario, me recibisteis como a un mensajero de Dios, como a Jesucristo en persona. ¿Dónde ha quedado ahora aquella dicha vuestra? Porque puedo dar testimonio de que, si hubiera sido posible, os habríais sacado los ojos para dármelos. Y ahora, ¿me he convertido en enemigo vuestro por ser sincero con vosotros? El interés que muestran por vosotros no es de buena ley; quieren apartaros de mí para que os mostréis más bien seguidores suyos. Está bien, en cambio, ser objeto de interés para el bien siempre, y no solo cuando estoy ahí con vosotros. Hijos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo se forme en vosotros. Quisiera estar ahora entre vosotros y matizar el tono de mi voz, pues con vosotros no encuentro medio. Decidme vosotros, los que queréis someteros a la ley: ¿no oís lo que dice la ley?


Mc 6,46-53: En quel tiempo, Jesús apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del mar y Jesús, solo, en tierra. Viéndolos fatigados de remar, porque tenían viento contrario, a eso de la cuarta vigilia de la madrugada, fue hacia ellos andando sobre el mar, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque todos lo vieron y se asustaron. Pero él habló enseguida con ellos y les dijo: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo». Entró en la barca con ellos y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque tenían la mente embotada. Terminada la travesía, llegaron a Genesaret y atracaron.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española