11/10 - Teófano (Teófanes) el Confesor («el Marcado»), Obispo de Nicea


Nacido en Jerusalén alrededor del 758 (según la mayoría de historiadores de la Iglesia), San Teófanes y su hermano Teodoro se hicieron monjes en la comunidad de San Sabas el Santificado. Para el Confesor, esta decisión de dejar atrás todas las cosas del mundo ha de haber sido especialmente difícil, ya que poco antes de descubrir su vocación a la vida religiosa había contraído matrimonio con una mujer de la nobleza y de linaje aristocrático.


Durante este período de la historia (cercano a la llegada del s.IX) la Iglesia estaba viviendo tiempos sumamente convulsionados producto del empeño de una serie de Emperadores Bizantinos heréticos que buscaban hacer lo mejor de sí para pervertir las enseñanzas sagradas y los rituales de la Ortodoxia. 

La mayor violencia fue realizada por los Emperadores León el Armenio, Miguel Balbo (también conocido como “El Tartamudo”) y Teófilo: ninguno de los tres se detendrían ante nada con tal de realizar su voluntad en contra de la Iglesia sufriente. 


Durante esta época de guerra sangrienta y de represión, el indesmayable Teófanes pasaría casi 25 años en constante lucha contra los tiranos y personalidades equivocadas dentro de la Iglesia, cuya finalidad era la de eliminar el uso de los iconos religiosos como parte del culto. Sin embargo, determinado a asegurar la permanencia de los iconos, en el 787, San Teófanes se hizo presente en el crucial e importante Segundo Concilio de Nicea, en el cual defendió elocuentemente esta práctica.


La respuesta proveniente del trono de los Emperadores, muchos de los cuales apoyaban este intento herético de quitar los iconos, fue rápida y brutal. San Teófanes fue hecho prisionero en Constantinopla por el Emperador León V y luego, bajo el gobierno de Teófilo, fue exiliado a la isla griega de Samotracia donde murió alrededor del año 838 u 847.


Bajo León V los sufrimientos de Teófanes fueron particularmente terribles, ya que dicho emperador estaba haciendo sus mejores esfuerzos por destruir a la Santa Iglesia exiliando a todos los sacerdotes Ortodoxos y reemplazándolos con herejes que apoyaban la destrucción completa de los santos iconos.


Los dos hermanos Palestinos, San Teófanes y San Teodoro, luego de acceder a representar al patriarca de Jerusalén ante su corte, colisionaron, en primer lugar, contra León V. Estos humildes emisarios hicieron lo mejor que pudieron para mostrar al Emperador que su campaña contra los iconos era una violación contra el Santo Evangelio. El tirano los escuchó cuidadosamente… y luego ordenó que, inmediatamente, los encerrasen en la cárcel más cercana. Sin embargo, después de que ellos se negaran a cambiar de opinión, aún bajo tortura, el Emperador accedió a exiliar a San Teófanes a Tesalónica. A estos hermanos se los llamaba "los Marcados” porque Teófilo, el último emperador iconoclasta, hizo que se les inscribieran con hierro incandescente doce versos yámbicos en la frente.


Teófilo murió muy pronto y su sucesor, Miguel III, no solo reinstauró los iconos de la fe Ortodoxa sino que también permitió que todos aquellos que habían sido exiliados regresasen a la gran ciudad, que era el centro del mundo Bizantino. Finalmente, luego de haber regresado a Constantinopla, este leal santo fue ordenado obispo Metropolitano de Nicea por el Patriarca Metodio.


No obstante el corto período de su encierro y tortura, este erudito pero humilde santo tuvo tiempo de escribir un trabajo histórico importante (la Cronografía) que aseguraría su fama a través de todas las épocas. Consistía esta en un grupo de crónicas históricas bizantinas, egipcias y latinas, un precioso compendio que contiene referencias de fuentes muy antiguas que en la actualidad se han perdido, al tiempo que relata la historia de Bizancio en los siglos VII y VIII. Entre las más importantes descripciones está la del sonado recuento de la gran victoria sobre los invasores árabes de Constantinopla en el 678, una victoria que tuvo lugar sólo después de que los Bizantinos hubieran arrojado grandes bolas de “fuego Griego” (sulfuro ardiente y otros materiales combustibles) sobre la flota árabe, destruyéndola casi por completo. 


Pero estos tesoros históricos no fueron la única contribución que San Teófanes hizo al mundo Bizantino. Como hombre refinado y excelentemente educado, había pertenecido a la gran tradición musical del Monasterio de San Sabas (ubicado cerca de Belén), una fuente inmensamente valiosa de himnos que incluye algunos de los más consumados escritores de cánones, como San Andrés de Creta, San Cosme de Mayuma y San Juan Damasceno. Componiendo sus himnos en la línea de esta tradición sagrada, San Teófanes contribuyó con cerca de 150 cánones (cantos religiosos) al gran cuerpo de la música espiritual buzantina conocida como el "Paraklitikí”.


Debido a la continua lucha por lo que su alma anhelaba –la pureza y la claridad en el culto ritual de la Iglesia- San Teófanes realizó un inmenso servicio en el nombre del Hijo de Dios.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / goarch.org

Adaptación propia