13/10 - Carpo, Pápilo, Agatodoro y Agatónica, los Mártires de Pérgamo


Carpo era obispo de Tiatira (Asia Menor); Papilo su diácono; Agatónica la hermana de Papilo, y Agatadoro su servidor. Fueron martirizados junto a otros muchos en Pérgamo, en tiempos de la persecución de Marco Aurelio o Decio. Sus Actas no están retocadas.


Se les condujo ante el gobernador de Pérgamo para que comieran carne sacrificada a los ídolos. Cuando a Carpo se le preguntó su nombre en el interrogatorio, respondió: «Mi primer y principal nombre es el de cristiano; mas si preguntas por el que tengo en el mundo, me llamo Carpo». Murió quemado vivo en la cruz.


El procónsul le preguntó a Pápilo: «¿Sacrificas o qué?», y este contestó: «Desde mi juventud sirvo a Dios, y jamás he sacrificado a los ídolos, sino que soy cristiano. Y nada más has de oír de mi boca, pues tampoco es posible decir nada más grande ni más bello». 


Agatónica presenciaba el martirio de Carpo y Pápilo, cuando confesó su fe a pesar de que los presentes le recordaban sus deberes de esposa y madre. «Los que la veían no podían contener las lágrimas, diciendo: "Duro juicio e injustos decretos". Levantada ya en el poste y alcanzada del fuego, gritó por tres veces: "Señor, Señor, Señor, ayúdame, pues en ti he buscado mi refugio"».


La antigüedad del culto de estos mártires está documentada en la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea y en Breviario Siriaco. El Martirologio Romano les añade numerosos compañeros de martirio.


LECTURAS


Ef 6,10-17: Hermanos, buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire. Por eso, tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios.


Mt 7,12-21: Dijo el Señor: «Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas. Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos. Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos».



Fuente: preguntasantoral / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española