San Cleofás
Recibió el don especial de haber sido testigo del Cristo Resucitado. Sucedió en el camino de Jerusalén a Emaús, algunas pocas horas después de la Crucifixión cuando este justo de Tierra Santa caminaba junto al autor del Tercer Libro del Nuevo Testamento, San Lucas.
Este maravilloso incidente comenzó cuando estos dos hombres (San Lucas fue también uno de los Setenta) recorrían a pie el polvoroso camino mientras hablaban de los extraordinarios acontecimientos que acababan de presenciar. Mientras hablaban en tono sombrío sobre la muerte de Cristo en la Cruz, un extraño se les aproximó preguntándoles sobre los asuntos que estaban discutiendo. Los dos viajeros, respondiendo con su usual gentileza, le pidieron al recién llegado que los acompañase para la cena vespertina. Así lo hizo. Pero luego de haber partido y bendecido el pan, el recién llegado se mostró como el recién resucitado, nuestro Santo Redentor y Señor Jesucristo.
Antes de que los asombrados testigos pudieran hacerle alguna otra pregunta, el misterioso extranjero ya se había ido... dejando a Lucas y a San Cleofás, quienes regresaron rápidamente hacia Jerusalén para informar a los otros discípulos sobre este bendito acontecimiento.
Para el Santo Apóstol Cleofás este encuentro con el Salvador resucitado fue solo una parte de una vida extraordinaria como humilde siervo del Hijo de Dios. Como hermano menor de San José, el Prometido de la Bienaventurada Virgen, el joven Cleofás se convirtió al Santo Evangelio mientras presenciaba directamente los milagros y la prédica del Santo Redentor a través de la región Palestina de Galilea. Desgraciadamente también sería testigo de los terribles sufrimientos y la muerte de Jesucristo en la Cruz de la Salvación.
La vida del apóstol Cleofás imita, en muchas formas, la propia vida de su amado Señor y Salvador. El Santo Apóstol probaría al final de sus días la amarga violencia de los enemigos de Dios al ser asesinado en la pequeña casa de Jerusalén en la cual se había celebrado la Última Cena. Asesinado por judíos vengativos quienes resentían la idea de que algunos de sus miembros adorasen al Hijo de Dios, Cleofás experimentó la agonía y la gloria del martirio.
Él nos dejaría a su amado hijo, Simeón, quien también llegaría a ser un reverente y devoto seguidor del Hijo de Dios. Durante toda su vida, el Santo Apóstol Cleofás presenció el drama de los inicios del Cristianismo y su amor por el Santo Evangelio, que lo llevó triunfalmente hacia la salvación, donde entona sin cesar las alabanzas a su Señor que tanto amó.
San Artemas
Fue un discípulo Palestino, también miembro de los Setenta. Estuvo destinado a trabajar en el anonimato durante la mayor parte de su vida, pero en los últimos años llegó a ser Obispo de Listra, ubicada en la región de Licaonia, en Asia Menor (actual Turquía).
Fiel seguidor de Jesucristo, especialmente a lo largo de su vida adulta, el Santo Apóstol Artemas es mencionado brevemente por San Pablo en su Epístola a Tito, y la referencia indica que el santo, gran maestro de la Cristiandad, tenía una absoluta confianza en su fiel Obispo: " Cuando te envíe a Artemas..."(Tito 3, 12).
El Santo Apóstol Artemas fue conocido especialmente por su bondad con los pobres y las mujeres viudas. Frecuentemente se quedaba sin lo necesario para vivir en su afán de proveerles a ellos la mayor ayuda posible.
Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
Adaptación propia