Flp 1,20-27: Hermanos, en ningún caso me veré defraudado, al contrario, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en esta alternativa: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para vuestro progreso en la alegría y en la fe, de modo que el orgullo que en Cristo Jesús sentís rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.
Lc 9,7-11: En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?». Y tenía ganas de verlo. Al regresar los apóstoles, le contaron todo cuanto habían hecho, y tomándolos consigo, se retiró a solas hacia una ciudad llamada Betsaida; pero la gente, al darse cuenta, lo siguió. Jesús los acogía, les hablaba del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación.
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española