Col 2,20-23;3,1-3: Hermanos, si habéis muerto con Cristo a los elementos del mundo, ¿por qué os sometéis a los dictados de los que viven según el mundo? A saber: «No tomes, no pruebes, no toques». Son cosas destinadas a gastarse con el uso, según prescripciones y enseñanzas humanas. Tienen apariencia de sabiduría por su afectada piedad, su humildad y la mortificación corporal; pero no tienen valor alguno: solo sirven para cebar la carne. Por tanto, si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios.
Lc 11,34-41: Dijo el Señor: «La lámpara del cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está iluminado, pero cuando está enfermo, también tu cuerpo está a oscuras. Por eso, ten cuidado de que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Por tanto, si todo tu cuerpo está iluminado, sin tener parte alguna oscura, estará enteramente iluminado, igual que cuando una lámpara te ilumina con su resplandor». Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española