Flp 2,24-30: Hermanos, con la ayuda del Señor, confío en ir pronto personalmente. Entretanto, me considero obligado a enviaros de nuevo a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, a quien vosotros enviasteis para que atendiera mi necesidad. Él os echa mucho de menos y está angustiado porque os habéis enterado de su enfermedad. De hecho, estuvo a punto de morir, pero Dios tuvo compasión de él; no solo de él, sino también de mí, para que no se me añadiera una tristeza a la otra. Os lo mando lo antes posible, para que viéndolo, volváis a alegraros, y yo me sienta aliviado. Recibidlo, pues, en el Señor, con la mayor alegría; estimad a personas como él, que, por la causa de Cristo, ha estado a punto de morir, exponiendo su vida para prestarme, en lugar vuestro, el servicio que vosotros no podíais.
Lc 9,44-50: Dijo el Señor a sus discípulos: «Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto. Se suscitó entre ellos una discusión sobre quién sería el más importante. Entonces Jesús, conociendo los pensamientos de sus corazones, tomó de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Pues el más pequeño de vosotros es el más importante». Entonces Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no anda con nosotros». Jesús le respondió: «No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española