2 Tes 2,1-12: Hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, os rogamos que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Que nadie en modo alguno os engañe. Primero tiene que llegar la apostasía y manifestarse el hombre de la impiedad, el hijo de la perdición, el que se enfrenta y se pone por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios. ¿No recordáis que, estando aún con vosotros, os hablaba de esto? Sabéis lo que ahora lo retiene, para que se manifieste a su debido tiempo. Porque el misterio de la iniquidad está ya en acción; apenas se quite de en medio el que por el momento lo retiene, entonces se manifestará el impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con su venida majestuosa. La venida del impío tendrá lugar, por obra de Satanás, con ostentación de poder, con señales y prodigios falsos, y con todo tipo de maldad para los que se pierden, contra aquellos que no han aceptado el amor de la verdad que los habría salvado. Por eso, Dios les manda un poder seductor, que los incita a creer la mentira; así, todos los que no creyeron en la verdad y aprobaron la injusticia, recibirán sentencia condenatoria.
Lc 18,15-17;26-30: En aquel tiempo, le llevaban a Jesús también los niños pequeños para que los tocara, pero, al verlo los discípulos, los regañaban. En cambio, Jesús hizo que se los acercaran, diciendo: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo, el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Los que lo oyeron, dijeron: «Entonces, ¿quién se puede salvar?». Y él dijo: «Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios». Entonces dijo Pedro: «Nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido». Jesús les dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa o mujer o hermanos o padres o hijos por el reino de Dios, que no reciba mucho más en el tiempo presente y en la edad venidera vida eterna».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española