Viernes de la VIII Semana de Lucas. Lecturas


1 Tes 2,14-20: Hermanos, vosotros seguisteis el ejemplo de las iglesias de Dios que están en Judea, en Cristo Jesús, pues también vosotros habéis sufrido de vuestros propios compatriotas exactamente lo mismo que ellos de los judíos, que mataron al Señor Jesús y a los profetas, y nos persiguieron a nosotros; estos no agradan a Dios y son enemigos de todo el mundo; impiden que hablemos a los gentiles para que se salven, colmando en todo tiempo la medida de sus pecados; pero la ira descargó sobre ellos hasta el extremo. Por nuestra parte, hermanos, al vernos separados de vosotros por breve tiempo, físicamente, no con el corazón, redoblamos los esfuerzos para ir a veros personalmente, tan ardiente era nuestro deseo; porque nos propusimos haceros una visita, y, en particular, yo, Pablo, una y otra vez, pero Satanás nos lo impidió. Al fin y al cabo, ¿quién, sino vosotros, puede ser nuestra esperanza, nuestra alegría y nuestra honrosa corona ante nuestro Señor cuando venga? Sí, vosotros sois nuestra gloria y alegría.


Lc 13,31-35: En aquella misma ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle a Jesús: «Sal y marcha de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y les dijo: «Id y decid a ese zorro: “Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día mi obra quedará consumada. Pero es necesario que camine hoy y mañana y pasado, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no habéis querido. Mirad, vuestra casa va a ser abandonada. Os digo que no me veréis hasta el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española